Testamento político de AMLO: ¿Cómo Lenin o como Franco?

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Previendo una inesperada partida del plano terrenal, el presidente Andrés Manuel López Obrador redactó un documento que pomposamente denominó “testamento político”. Ave de tempestades, como suele ser el mandatario, una vez más ha provocado una serie de opiniones encontradas en redes sociales y programas de análisis político con este anuncio.

Se trata de un manifiesto en el cual AMLO plasma su voluntad póstuma y deja una serie de instrucciones  (políticas por supuesto) dirigidas a sus cercanos y a sus seguidores, de las cuáles por supuesto, no sabemos su contenido y se ha especulado bastante.

Sabemos que la salud de López Obrador es delicada, desde que sufrió un infarto en el año 2013. Para muchos este anuncio solo se trata de un distractor más, de tal modo que es de Perogrullo añadir que el presidente es experto en ganar la agenda mediática. Pero independientemente de sí es una caja china, no podemos negar que este tipo de documentos pintan de cuerpo entero a quienes lo redactan.

Y también es obvio que ese tipo de testimonio no tiene ningún valor legal (trataré de usar en la medida de lo posible otros términos que no sean el de testamento, para no molestar a los puristas del derecho). La Constitución Mexicana marca claramente cuál es el procedimiento para definir al sustituto en la presidencia después de los primeros tres años de gobierno. Pero por supuesto que a nivel de la retórica, del simbolismo o de la forma de pensar de un líder, es interesante analizar el tema.

Estos manifiestos, o como se les quiera llamar, han sido tradicionalmente redactados por liderazgos de las izquierdas políticas, aunque algunos conspicuos personajes de derecha tampoco han escapado a la tentación, aunque han sido menos.

Me enfocaré más en el caso de las izquierdas. En ese lado del espectro, el testamento político es de tanta importancia simbólica y política, que los sucesores suelen disputarse la legitimidad como herederos del legado del líder ausente.

De Lenin a Chavez y de Franco a Pinochet

El testamento político más famoso es el de Vladimir Ilich Uliánov, mejor conocido como Lenin, líder máximo del Consejo de Comisarios del Pueblo de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.  En el invierno de su existencia, el dirigente redactó en su lecho un documento en el que alertaba sobre las debilidades y perversiones de algunos integrantes de la nomenclatura del partido Bolchevique. El más peligroso de todos, Iosif Stalin. Lenin hacía un énfasis especial en la advertencia de que Stalin no tomara el poder bajo ninguna circunstancia.

¿Qué fue lo que ocurrió? Stalin desplazó a su acérrimo adversario León Trotsky (quien terminó exiliado en México y asesinado en su casa de Coyoacán), tomó el poder y lo ejerció de manera dictatorial y sangrienta durante 30 años, con una purga de todos sus opositores. La pesadilla de Lenin, se hizo realidad.

El testamento político de Lenin, no sólo fue ignorado, sino que Stalin fue más allá. Manipuló a la opinión pública para presentarse como el favorito de su antecesor. Hizo circular fotos alteradas, donde aparecía conviviendo a carcajadas con el caudillo de la Revolución de 1917 y construyó la narrativa de que con su ascenso al poder se cumplía la voluntad de Vladimir Lenin.

Esta estrategia ha suido recurrente a lo largo de la historia moderna. Quienes se sienten con tamaños de heredar el poder, suelen presentarse como los favoritos del malogrado líder y buscan legitimarse a toda costa. El caso del dictador Stalin es paradigmático de ello.

Stalin no es el único que ha dejado para la posteridad un testamento político. También lo han hecho el ex presidente de China, Mao Tse Tung; el ex presidente argentino Juan Domingo Perón (discutible si era o no de izquierda) o el comandante Hugo Chávez. En todos los casos, excepto el del mandatario venezolano quien explicitamente pidió por escrito que su sucesor fuera Nicolás Maduro, los mal llamados testamentos políticos fueron olímpicamente ignorados y nadie, o casi nadie, siguió sus instrucciones.

En la derecha, también ha habido personajes que redactaron un manifestó de esta naturaleza. El ex dictador chileno, Augusto Pinochet y el general español Francisco Franco, dejaron testamentos políticos que también fueron deliberadamente ignorados. En el caso de Franco, alertaba sobre el riesgo que representaban el comunismo y la masonería y solicitaba que su sucesor fuera Juan Carlos de Borbón. A pesar que incluso existía una Ley de Sucesión el sueño de Franco de una sociedad basada en el catolicismo y los valores de la hispanidad se derrumbó, como los castillos de arena que sucumben a la llegada de la marea nocturna.

Las dudas del Testamento de AMLO

Todo este preámbulo sirve para poner en la mesa las siguientes reflexiones. Si bien, la Constitución marca el proceso para definir al sucesor de López Obrador en la presidencia, la realidad es que esa decisión se toma con criterios políticos. Los grupos mayoritarios en la Cámara de Diputados suelen nombrar a un personaje del partido en el poder. La lógica marca que en este caso, sería quien López Obrador haya mencionado en su testimonio, pero no es tan sencillo en la práctica.

¿Quién será entonces el favorito o la favorita de AMLO para ocupar el cargo de presidente sustituto?  Obviamente no es Claudia Sheinbaum, porque para ella López Obrador quiere todo un sexenio (2024 -2030. ¿Será Adán Augusto? ¿Será Marcelo Ebrard?  ¿O acaso Delfina Gómez , Moctezuma Barragán o Juan Ramón de la Fuente?

La otra duda. La tradicional tribalización y canibalismo de la izquierda mexicana y por ende, de Morena, dividido en al menos cuatro grandes grupos… ¿Afectará a la decisión de la sustitución en caso de que AMLO?

¿A eso se refiere López Obrador cuando dice que quiere evitar la ingobernabilidad del país? ¿Será que como ocurrió con otros testamentos políticos, las ansias de poder de quienes se quedan en este valle de lágrimas, provocarán que nadie haga caso a ese manifiesto?

Y es que cuando López Obrador afirma que el cambio en México no se ha logrado, tiene toda la razón. Se entiende su preocupación de que la famosa Cuarta Transformación nunca llegue a consolidarse.

Por supuesto que para los acérrimos críticos del presidente, el cambio que busca el tabasqueño es pernicioso y siniestro y llevará a México a la destrucción nacional. Y para los seguidores de AMLO, se trata de concretar un régimen de justicia social en favor de quienes menos tienen, desterrando el neoporfirismo que tanto daño hizo a México. Este artículo no pretende discutir si se trata de una cosa u otra, pero ciertamente, ese cambio que anhela Andrés Manuel y por el que ha luchado toda su vida, para bien o para mal, no ha culminado.

Trascender más allá de un sexenio y de la muerte misma

Una última reflexión. Los líderes que integran la lista de quienes redactaron un testamento político, tuvieron gran importancia histórica (No digo que sean héroes o villanos, solo me refiero a su repercusión. Eso es innegable). Fueron protagonistas de movimientos que cambiaron al mundo o a sus países. Por ejemplo volviendo al caso de Lenin, la Revolución Rusa, satanizada por muchos y romantizada por otros cuantos, pero que nadie puede negar que tuvo un peso específico en el devenir histórico, inaugurando un nuevo estado de cosas en el planeta.

Esto entonces nos muestra que Andrés Manuel López Obrador se ve a sí mismo como uno de estos protagonistas de la historia. Y a la Cuarta Transformación, la equipara con estos grandes movimientos que sacudieron estructuras y rompieron paradigmas.

Andrés Manuel López Obrador, entonces, ya no solo busca trascender más allá del sexenio, sino más allá de la muerte. Persigue un lugar en la historia de México. Para algunos eso podrá ser una manifestación de megalomanía. Para otros, una legitima aspiración. Yo no tengo una bola de cristal, ni el poder de leer las mentes para saberlo.

Poniéndola en su justa dimensión, la Cuarta Transformación, ni por asomo tiene los alcances de la Revolución Rusa,  o de la Cubana o incluso de la Mexicana.  Afortunadamente tampoco podemos equipararla con el golpe de estado en Chile o la sangrienta llegada al poder de Francisco Franco.

Si López Obrador trascenderá como personaje histórico en México -quizá dividiendo opiniones como Benito Juárez, quien para algunos es el hijo de Satanás y para otros un modernizador del país- solo el tiempo lo dirá.

Yo no tengo esa respuesta.

Twitter: @julio_rios

www.juliorios.com.mx

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