- Columna de Opinión.
- Escrita por: Edgar Olivares.
En medio de un intenso debate, incluyendo gritos, sombrerazos y descalificaciones desde todos los frentes, se aprobó la Reforma al Poder Judicial, tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado. Al cierre de esta edición, ya varios congresos locales la aprobaron, por lo que es inminente que al menos 17 legislaturas en los estados le den el visto bueno y pase sin problemas.
El siguiente paso será publicarla en el Diario Oficial de la Federación y con ello el presidente Andrés Manuel López Obrador terminará su sexenio cumpliendo su objetivo de reforma al poder judicial, cuyo principal eje es la elección de Ministros, Magistrados y Jueces con una primera ronda en 2025 y otra en 2027.
La gran incógnita frente a esta aprobación es entender ante qué nos encontramos. Sin duda, el poder judicial requiere de transformación, porque la justicia le ha quedado a deber al pueblo mexicano. Sin embargo, es importante que el remedio no sea peor que la enfermedad y que se pueda preservar cierta independencia de los demás poderes.
Los detractores del régimen actual acusan al presidente, el partido Morena y sus aliados de querer controlar políticamente el Poder Judicial y así tener todo el poder en sus manos, luego de obtener la mayoría calificada en la Cámara de Diuptados y también en el Senado, con el voto de Miguel Ángel Yunes, que se dice panista pero que votó con el bloque oficial.
Si eso sucede, el Poder Judicial tendrá a personas que necesariamente obedecerán a un proyecto político, con los riesgos que eso puede traer para la democracia en México. Desde volver a los tiempos de un solo partido en el poder, o peor aún, convertirse en un país autocráctico similar a los hermanos venezolanos, cubanos y nicaraguenses, en el peor de los casos.
Por otro lado, el argumento de Morena, el presidente López Obrador y sus aliados, es que el Poder Judicial de la Federación en realidad está podrido y requiere de una cirugía mayor, desde arriba con los Ministros, hasta abajo con los jueces, con el objetivo de que la impartición de justicia sea más expedita, imparcial y e independiente.
Además, abogan por un Poder Judicial más austero, sin privilegios ni corrupción y que puedan servir al pueblo luego de ser electos por el mismo pueblo.
Otro argumento que tienen es que durante la campaña, la candidata Claudia Sheinbaum, quien será la primera mujer presidenta de México, consultó a sus bases si querían una reforma judicial, y como obtuvo la mayoría de votos y ganó de forma aplastante a la coalición Fuerza y Corazón por México de Xóchitl Gálvez, la reforma debe salir adelante por consenso popular.
Saber frente a qué estamos, si la reforma destruirá la democracia o construirá un México más justo y austero, es cuestión de tiempo. Saber si la reforma generará problemas con la relación comercial entre México y Estados Unidos y generará una posible crisis económica para el país, también es cuestión de tiempo. Ojalá que sea cual sea el resultado, no llegue a ninguno de esos extremos, por el bien de todos.
